Ritmo

Ritmo y Red Neuronal por Defecto

Publicado en este blog por Gabriel Rodríguez Pascual. 19 de julio de 2012.

He asistido al curso “La creatividad”, dedicado al estudio de los mecanismos neuronales que subyacen en la actividad creativa, dirigido por Manuel Trujillo Pérez-Lanzac, en el marco de la Escuela de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta “Carlos Castilla del Pino”, en la UIMP. Han sido unos días intensos, llenos de sugerencias. A partir de las cuales he realizado el resumen de unas ideas que ya había publicado casi en su totalidad, sobre todo en “El color de la parte obscura” y en “El manantial creativo”. Pero que necesitaban una más clara ordenación.
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El único animal que tiene un sentido complejo del ritmo es el ser humano (Lawrence Parsons). Algunas aves parlantes, como la cacatúa, en cierta medida, también pueden bailar. Son, precisamente, las que pueden imitar el habla. Es decir, las que  tienen la posibilidad de ordenar la fonación en el tiempo sobre una base rítmica.
Raichle nos dice que existe una forma de coordinación de la Red Neuronal por Defecto (RND) en la cual los Potenciales Corticales Lentos (PCL), grupos de neuronas que emiten impulsos cada 10 segundos, se relacionan y coordinan con otras neuronas que tienen actividades de frecuencia superior a los 100 ciclos por segundo, como si se tratara de una orquesta sinfónica.
Primera hipótesis: la capacidad para el ritmo es un componente fundamental que hace posible la forma de conocimiento humana, basada en la estructura lineal del lenguaje, en la palabra y en la construcción del universo simbólico.
Hay seres humanos que no desarrollan el lenguaje o que tienen graves dificultades para hacerlo: los autistas. Dentro del espectro autista se da una serie de características variadísimas tanto en déficit como en cualidades cognitivas. Pero hay una característica común a todos los casos: la ausencia de sentido del ritmo. Incluso los superdotados para la música declaran tener graves problemas con el ritmo.
Segunda hipótesis: el déficit en la capacidad para el ritmo, como ingrediente necesario descrito en la primera hipótesis, es un problema central, básico, clave, en el autismo.
William S. Condon, que ha estudiado durante mucho tiempo la estructura rítmica de la comunicación oral humana, descubrió que la estructura del lenguaje se refleja en los ritmos de los movimientos sincronizados, incluso en la interacción con niños de pocas semanas de vida. Y que las personas con autismo padecen falta de sincronía. Condon llegó a la conclusión de que estos fallos en el ritmo y la sincronía se debían a problemas de los sentidos, a desfases perceptivos básicos. La investigación de esta hipótesis no ha dado buenos resultados.
Tercera hipótesis: todo parece indicar que es al revés de como lo planteó W. Condon: el déficit básico que afecta al ritmo se expresa, en el autismo, en la falta de control y de coordinación perceptiva.
La principal dificultad para poder aceptar la pertinencia de estas hipótesis es la de admitir que un ingrediente tan primitivo como el ritmo pueda estar en la base de nuestros sistemas cognitivos. Lo mismo que es muy difícil admitir que lo que en principio llamaron la “energía obscura”, la RND, el inconsciente, o el sistema de procesamiento asociativo en imágenes que compartimos con otras especies, como los mamíferos superiores o los simios, sea un ingrediente necesario para la creatividad.