Nuevo Inconsciente

El Nuevo Inconsciente



Muchos hallazgos obtenidos por las investigaciones actuales acerca del inconsciente aparecen como sorprendentes o inexplicables: la inexistencia de la voluntad, la función del consciente, el control inconsciente de actividades en línea, etc. Hallazgos muy valiosos que, por otra parte, son coherentes con la teoría de los dos sistemas, desde la que se pueden ver como perfectamente naturales o, incluso, predecibles.
Para hablar de estos temas tan lábiles, tan delicados, es necesario utilizar una conceptualización muy precisa. En este artículo se intenta precisar el uso de algunos términos o se propone un significado concreto a la hora de utilizar algunas palabras conflictivas.
En los escritos anteriores, aparece el tema del inconsciente muy frecuentemente, pero no hay un espacio en el que se hable de él de forma unitaria, como tema central. Aquí se intenta llenar un poco este vacío. Y mostrar que hay una gran coherencia entre el inconsciente que se perfila a partir de las nuevas investigaciones, y el inconsciente descrito en la teoría de los dos sistemas.


 
“La atalaya del evangelista” (2010) © Emilio González Sainz                                             


El Inconsciente
(New unconscious. Hipnosis)

Gabriel Rodríguez.
Publicado en este blog: 07/11/ 2011.

Recientemente, Eduardo Punset entrevistaba a John Bargh para hablar de su investigación acerca de “El experto y sabio inconsciente”. Los hallazgos de John Bargh tienen nexos muy curiosos con la concepción del inconsciente que he propuesto en la teoría de los dos sistemas. La primera coincidencia es la evolutiva. John Bargh nos explica que ahora empezamos a entender que el inconsciente fue lo que surgió primero en el tiempo evolutivo, hace muchos millones de años, y que la conciencia se desarrolló bastante más tarde en la historia de la evolución (Bargh, 2009). La única divergencia sería: ¿es adecuado o pertinente utilizar el término inconsciente para los sistemas anteriores a la aparición de la conciencia?
En un sentido muy parecido, he escrito que el sistema consciente se construye a partir de la base del sistema analógico subyacente, y que la aparición de la conciencia está unida a la instauración del inconsciente. Que es la construcción de los sistemas conscientes, gracias a la plasticidad, la que lleva aparejada, por medio de los mecanismos de la represión epistemológica, la construcción del inconsciente. La única diferencia, o duda, sería considerar si es adecuado utilizar el término inconsciente para referirnos a los sistemas de procesamiento de la información utilizados por otras especies, como los mamíferos superiores, para las que tampoco sería muy adecuado decir que poseen un sistema consciente o conciencia. Por eso he puntualizado, por ejemplo, que existen muchas similitudes entre el sistema analógico subyacente propio del ser humano y el sistema analógico no subyacente de otras especies evolucionadas. Pero, vayamos por partes.
John A. Bargh ostenta una posición destacada en el grupo de los científicos que llevan realizando una extensa y pormenorizada investigación sobre el nuevo concepto de inconsciente. Ha estudiado, por ejemplo, la similitud en el comportamiento entre los pacientes con alguna forma de lesión en el lóbulo frontal, que les lleva a tener una conducta plenamente marcada por las circunstancias del entorno; y los estudiantes, sin daño, que participan en estudios sobre cómo el priming, cebado o motivación oculta, lleva a comportamientos determinados por el entorno sin intervención de una decisión consciente. En ambos casos, existe una profunda disociación entre la conciencia y la conducta. En ambos casos, lo percibido, el “concepto” sugerido por una palabra mueve la actividad de un consciente no capacitado o no prevenido para oponer resistencia. La palabra, la situación emotiva, el tono previo, activa comportamientos conscientes sin que el sujeto de la experiencia conozca la motivación real de sus acciones. En el caso de los pacientes del doctor Lhermitte con daños en la corteza prefrontal, la mención casual de la palabra “museo” les lleva a admirar todos los objetos de la estancia como si fueran obras de arte. En el caso de los participantes en estudios con priming o cebado, tras un trabajo rutinario con palabras agresivas o con sus sinónimos educados, tienen comportamientos más agresivos o más educados sin sospechar el motivo.
Control consciente.
Todos estos resultados son coherentes con la concepción del inconsciente desarrollada en la teoría de los dos sistemas. Con alguna salvedad, como el uso del término “control”. Ya en el título, John Bargh habla del “Control Inconsciente de la Conducta Social”. Nos dice que: “En ambos casos, el comportamiento del individuo está siendo “controlado” por los estímulos externos, no por su propia intención consciente accesible o por actos de voluntad” (Bargh 2005, 38). En vez de utilizar esta expresión (y aquí es el único caso en el que tiene la prudencia de utilizar las comillas), sería más adecuado decir que el comportamiento está motivado, se ha generado o desencadenado (no controlado) desde la actividad del sistema analógico, que igualmente pertenece al individuo. Hemos visto que el consciente sirve, sobre todo, para organizar y (ahora sí) controlar lo que procede de lo sentido. Para las acciones que se desencadenan a partir de lo que procede de los sentidos o de los sentimientos, sin que puedan ser sometidas al control consciente, podríamos utilizar la calificación de descontroladas. Deberíamos evitar usar el mismo término para referirnos a una característica y a su contraria. En el caso de las operaciones automatizadas que han sido elaboradas por el consciente, el sistema inconsciente no realiza la labor de control de la operación que está aplicando: solo repite exactamente la actividad controladora que ha sido inscrita por el sistema lógico-verbal consciente. La revisión o el control de esa actividad automatizada implicaría siempre una nueva intervención del consciente.
La palabra en el sistema no consciente.
Hay que hacer una puntualización importante. En las situaciones presentadas a los enfermos con daño prefrontal y a los estudiantes sometidos a experiencias de cebado, la palabra actúa como forma independiente, como forma asociada a una imagen, antes que como elemento activo de la cadena causal del lenguaje. Una de las características aparentemente misteriosas de estos efectos es el que sean desencadenados, de la misma forma, por estímulos verbales o de imagen.  No es ningún misterio. Sabemos que el inconsciente puede utilizar las palabras, cualquier elemento del sistema lógico-verbal, pero no su estructura, sus formas de procesamiento. Lo vimos al analizar la aparición de las palabras en los sueños.
Evolutiva o constructivamente podríamos decir que todo el material con el que trabaja el sistema lógico-verbal procede de (o pasa por) el sistema analógico de procesamiento de la información, antes de formar entes, constructos, capacitados para tener actividades independientes (esta sería la versión actualizada de la afirmación de Aristóteles: no hay nada en la mente que no haya pasado antes por nuestros sentidos). Y, en el contraplano, también podemos decir que el sistema analógico (o su parte inconsciente) puede utilizar cualquiera de esas palabras, de esos entes, de esos constructos, que siempre regresan de alguna manera a las vías de lo sentido, pero no sus mecanismos estructurales, su forma de procesamiento, la funcionalidad propia del sistema lógico-verbal al que pertenecen.
En los pacientes con daño cerebral y en los estudiantes sometidos a experiencias de cebado, la palabra actúa desde su poder analógico para la invocación, es decir, como desencadenante de una imagen, un sentimiento, una situación (creo que podría inducir a error decir también un “concepto”). Exactamente como ocurre en los sueños. O como sabemos que ocurre en el mensaje publicitario: aunque el razonamiento, el desenlace del guion, lleve a un fin excelente, si está compuesto por palabras o por imágenes negativas, es posible que esta negatividad se imponga inconscientemente a la bondad del mensaje explícito que sigue un desarrollo lógico-verbal (como veremos, todo esto lo explica muy bien Freud, y lo entiende muy mal Lacan).
La palabra también tiene características que permiten reintegrarla en el universo de lo sentido. Esa es exactamente la forma en la que aparece en los sueños. La diferencia estriba en que podemos utilizar palabras como imágenes, pero no podríamos utilizar ningún razonamiento causal como herramienta para el cebado.
Actividades del sistema analógico subyacente: no conscientes, pero pertenecientes al individuo.
La conclusión obtenida por John Bargh es perfecta: en muchas ocasiones, el comportamiento es inducido por factores ambientales, sin intervención de la intencionalidad consciente, y sin que el protagonista de ese comportamiento tenga conocimiento o sospechas acerca de cuáles son los verdaderos motivos desencadenantes de sus acciones. Nos dice que, en el mejor de los casos, nosotros solo tenemos un acceso consciente imperfecto a los procesos básicos que desencadenan nuestro comportamiento. Pero no llega a decir claramente que existe un sistema inconsciente de procesamiento de la información, ajeno a la causalidad lógica consciente, que también pertenece al individuo y que actúa con gran efectividad al margen del control y de la responsabilidad del sistema dominante (en otro lugar justificaremos el uso de dominante).
Desde la psicología social, se ha hecho un trabajo excelente documentando los procesos mentales superiores que se pueden producir de forma no consciente. Procesos que tienen características que suelen resultar desconcertantes, sorprendentes. Así ocurre con la disociación profunda de las intenciones y de la conducta, con respecto a las verdaderas causas profundas, inconscientes, que la generan. Todos los datos indican que el sistema lógico-verbal consciente intenta controlar y, sobre todo, explicar, justificar, los comportamientos; pero podemos constatar que la fuerza que motiva, que desencadena el comportamiento muchas veces no es accesible para el consciente.
Conceptualización adecuada de concepto.
John Bargh nos explica que los estímulos verbales o pictóricos lo único que necesitan es activar de alguna manera el “concepto” relevante que va a marcar la dirección del comportamiento. Creo que no es adecuado utilizar el término concepto para cosas tales como: el deseo de éxito, la necesidad de cooperación, la agresividad que se vierte en la grosería, la sensación de ser más lúcidos, más ancianos, más pesados o más lentos. Los conceptos son las ideas concebidas, que han tomado forma y contenido gracias a la actividad constructiva del sistema lógico-verbal. Y aquí de lo que intentamos hablar es de algo parecido a una pasión polimorfa que se encarna en unas circunstancias concretas, de algo que pertenece al ámbito de las emociones, a las pulsiones que movilizan el comportamiento. Necesitamos mantener la creencia en nuestra propia voluntad, en las cadenas causales de intenciones conscientes y decisiones que llevan a un comportamiento determinado. Donde John Bargh habla, con acierto, de que existe una creencia implícita en la no causada, casi metafísica naturaleza de los procesos mentales controlados o conscientes, nosotros hablaríamos de una actividad consciente que implica la existencia de un mecanismo de represión epistemológica que impide el reconocimiento (mejor que de causas), de motivaciones, sentimientos, impulsos anteriores. Otra cosa es que esa necesidad sea, evidentemente, una querencia, un deseo violento de mantener el orden y el control lógico-verbal. Muchas veces la relación causal es únicamente una explicación a posteriori.
Disociación. Teoría de los dos sistemas cognitivos.
Nos dice que, en el cerebro, aparecen disociadas la intención consciente y el comportamiento motor. Gran parte de los sistemas que orientan la acción no es accesible para el sistema consciente. El cerebelo y, más en concreto, el neo-cerebelo se configura como centro de las conductas motoras no conscientes. Las áreas receptoras del cerebelo conectan con la corteza frontal que recibe entradas solo a partir de análisis secundarios, y no desde los órganos de los sentidos. Esta sería la vía neuronal para la orientación no consciente de procesos mentales superiores. Existe disociación entre la conciencia y la intención, por un lado, y el funcionamiento complejo y la representación de fines, por otro (entendidos, más que como representación simbólica causal que conduce a una finalidad, como deseos, motivaciones). John Bargh nos explica la información referente a la disociación entre las dos vías perceptivas visuales: una vía para hacer, dorsal, no consciente en general, y otra para conocer, ventral, que nombra y que es accesible normalmente a la conciencia. Que se corresponden con dos tipos de representaciones: una práctica, imitativa, dorsal (nosotros diríamos, analógica); y otra que identifica, ventral (simbólica).
Nos explica también que la memoria de trabajo no es una estructura unitaria, ya que involucra formas de almacenamiento de perdurabilidad frágil, como el bucle fonológico y el bloc de notas visual, y tareas de atención propias del ejecutivo central. Es decir, que existe una disociación entre las estructuras de la memoria de trabajo (analógicas) y las intenciones conscientes (lógico-verbales). Todo esto es perfectamente congruente con la teoría de los dos sistemas de procesamiento de la información.
En el síndrome de Lhermitte o síndrome de dependencia medioambiental (EDS), el daño en las regiones prefrontales lleva a los pacientes a una orientación radical de la conducta hacia lo señalado por factores ambientales. El lóbulo parietal queda liberado del efecto de inhibición y de control normalmente generado desde el lóbulo frontal (Lhermitte, 1986). Los movimientos intencionales conscientes son representados en la corteza prefrontal, pero las representaciones realmente utilizadas para la acción se ubican en la corteza parietal (Frith et al., 2000). Dicho de otro modo, el daño en las regiones prefrontales en las que se localizan los mecanismos de control propios del sistema lógico-verbal sobre lo sentido, sobre lo que procede de los sentidos y los sentimientos, lleva a una conducta orientada por factores ambientales. Todas estas investigaciones tienen resultados perfectamente congruentes son la función central de control del sistema lógico-verbal sobre lo que procede de lo sentido, descrita en “Una teoría de la actividad creativa” (1996).
Operaciones formales frente a actividad sensoriomotora no consciente.
Es muy importante la forma que escojamos para decir las cosas, la conceptualización utilizada, porque puede inducir a error. Cuando John Bargh nos habla de la disociación entre las intenciones conscientes y las operaciones orientadas a objetivos, de las estructuras de la memoria de trabajo, ¿a qué se está refiriendo?, ¿a la realización de operaciones formales secuenciadas en el esquema de una línea causal, razonada, que conduce a un objetivo previsto?
Por un lado, sabemos que la conciencia se retira de todo lo que puede ser automatizado una vez aprendido, realizado sin atención consciente. Por otro, debemos pensar en la relación de la acción con lo sentido, con los sentidos propioceptivos olvidados, y con la intervención del sentimiento y del deseo, antes que en la planificación de unas operaciones concretas dirigidas hacia un objetivo determinado, propia del sistema consciente. Lo mismo que hay un arco constructivo que se extiende desde la sensación indeterminada a la percepción simbólica de entes que se pueden nombrar, existe un arco que va desde la actividad sensoriomotora inconsciente, a las acciones minuciosamente planeadas y decididas conscientemente. Por todo ello, sería más adecuado, cuando nos referimos a la actividad no consciente, hablar de acciones complejas orientadas hacia una meta, que hablar de operaciones dirigidas a un objetivo.
La prioridad de los mecanismos subyacentes inconscientes y la construcción del control simbólico.
John Bargh es perfectamente genial cuando nos habla del hallazgo de que, en la memoria de trabajo, los mecanismos inconscientes subyacentes (no accesibles) son el lugar desde el que se estructuran las representaciones de las intenciones accesibles a la memoria. Siempre vamos a encontrar, en todos los sentidos, evolutiva, constructiva y cotidianamente, antes del pensamiento y la acción consciente, elementos y formas de hacer pertenecientes al sistema analógico, y una fuerte resistencia para reconocer esa precocidad y esa preeminencia, desde el sistema lógico-verbal, una de cuyas principales funciones es la de controlar y ordenar todo aquello que procede de los sentidos y los sentimientos.
El ciclo se cierra con el aprendizaje de los sistemas notacionales de memoria externa, que regresan al territorio de lo sentido: con la escritura. Expresado de manera más concreta: “En cuanto nuestro instrumental simbólico es más complejo se adapta mejor a su función de herramienta de control de la realidad, pero paralelamente nos aleja de lo real, por ser progresiva e inevitablemente más simbólico”. “En el proceso por el que el lenguaje controla los impulsos pasionales, la escritura produce un nuevo nivel de sometimiento ya que su estructuración es más rígida, estable, compartida. La capacidad del deseo para producir su efecto sobre la realidad, su fuerza mágica, queda sometida al sistema de la lógica compartida, que controla las pasiones”. “El control que ejerce el lenguaje sobre las pasiones, completado específicamente por el lenguaje escrito, se basa, comienza, en la transformación de la percepción. Al vivir en el lenguaje, lo nombrado acota el espacio de lo posible y de lo visible”. (“Una teoría de la actividad creativa”, 1996, pp. 6, 74-75, 79).
Las proposiciones de John Bargh son perfectamente consistentes con la teoría de los dos sistemas siempre que hagamos alguna precisión conceptual. Creo que sería más adecuado, en vez de hablar de sistemas de control no consciente, hablar de un sistema analógico de procesamiento de la información, en gran parte inconsciente, que puede guiar el comportamiento durante largos periodos de tiempo, de modo sofisticado, en un entorno cambiante.
Es verdaderamente genial cuando nos dice que: “una disociación entre la conducta motora y la conciencia se está convirtiendo en una característica estructural básica del cerebro humano” (Bargh, 2005, 43). Todo lo cual es perfectamente congruente con la idea de que la construcción de la consciencia lleva implícita la construcción de un inconsciente dinámico. “La edificación de nuestra forma de consciencia lleva aparejada la instauración del inconsciente. El sistema de procesamiento lógico-verbal, que estructura el consciente, es intransigente, no admite la convivencia fluida con el sistema analógico”. “La consciencia es un concepto constructivo. Somos seres conscientes en cuanto desarrollamos un sistema lógico-verbal que, como contrapartida, genera un inconsciente. No podremos encontrar la razón de la consciencia buscando en un corte temporal” (“El color de la parte obscura”, 2010, pp. 99, 122).
Hipnosis.
Los hallazgos de John Bargh sobre la disociación entre las intenciones conscientes y los planes correspondientes de acción, sobre la disociación dentro de la memoria de trabajo, y sobre la ubicación en lugares anatómicamente separados del cerebro de las intenciones actuales y de los programas operativos de acción, son perfectamente consistentes con la teoría de los dos sistemas. Las relaciones entre los dos sistemas son muy complejas porque son constructivas y dinámicas. Sabemos que en la base está el sistema analógico subyacente, que intenta ser sometido a control por el sistema lógico-verbal consciente. En una situación experimental de cebado, en la que se introduce información no recibida conscientemente, el sistema subyacente es el que orienta el comportamiento. En la hipnosis se da también una disociación entre voluntad consciente y conducta, y se podría comparar la introducción de sugerencias verbales dirigidas al inconsciente del sujeto, desde el experimentador, en el caso de cebado, con la imposición de una orden y un control verbal externo en el caso de la hipnosis.
La diferencia fundamental estriba en que, en la hipnosis, la palabra del hipnotizador, impone un control directo sobre el sistema subyacente del hipnotizado, mientras que, en el cebado, lo que actúa es una sugerencia, una imagen (no una orden), que ya pertenece al mismo sistema analógico. Las teorías modernas sobre la hipnosis significan un gran avance al reconocer las diferentes formas de disociación como núcleo central del problema, y son una aproximación coherente hacia la interpretación desde la teoría de los dos sistemas. Pero deberíamos hablar más que de voluntad o control disociados dentro del paciente hipnotizado, de una voluntad o control que pertenecen a un sistema lógico-verbal consciente invasor. La voluntad no aparece disociada entre los dos sistemas, ya que al hablar de voluntad nos referimos a la capacidad de ejercer el dominio propio del sistema lógico-verbal consciente. Por tanto, no está correctamente expresado cuando decimos que, en los experimentos de cebado, la voluntad está controlada por fuerzas ajenas al individuo. Lo que se produce es una situación en la que la voluntad no ejerce su habitual actividad de control. Hay imágenes, sugerencias analógicas, que provocan un comportamiento al margen de la voluntad del estudiante.
Si la teoría de los dos sistemas fuera cierta, ¿se podría dar el caso de que el consciente lógico-verbal de un individuo entrara en conexión con el sistema analógico-subyacente de otro, sistema entrenado específicamente durante toda la vida para ser controlado, para el sometimiento a un sistema simbólico, explícito y dominante? ¿En qué momento y de qué forma se podría producir esa conexión? ¿Sería lo lógico pensar que el momento más adecuado fuera el del paso de la vigilia al sueño, cuando el sistema consciente deja de ejercer su posición dominante? La relación entre sistemas es una relación dinámica entre deseo y voluntad (entre otras cosas), entre lo sentido y el sistema dominante (o pretendidamente dominante) que controla lo sentido. Por eso, en los casos de conflicto en la hipnosis no deberíamos hablar de disociación de la voluntad: lo que se enfrenta es el sistema lógico-verbal invasor, la voluntad invasora, al sistema analógico subyacente del invadido, con sus deseos, sentimientos y motivaciones.
Todos los datos observados indican que la hipnosis es un fenómeno radical en el que se da una conexión invasora, por medio de la palabra explícita, impositiva, entre la voluntad de un consciente lógico-verbal, del hipnotizador, y un sistema analógico-subyacente receptivo pero no pasivo. El posible conflicto sería similar al que se produciría en el interior del mismo sujeto cuando hubiera un debate entre deseo y voluntad. En el caso de la hipnosis puede aparecer exacerbado debido a la falta de miramientos o de escrúpulos del hipnotizador frente a los deseos, frente a todo el sistema analógico subyacente del hipnotizado (cuyo consciente es de suponer que sería más complaciente o contemporizador con sus sentimientos). Tampoco sabemos si, de alguna manera, el sistema no consciente del hipnotizado tiene alguna forma de constancia de la situación de la invasión. Respecto a la tipología del hipnotizado, o a la variabilidad en la capacidad receptiva a la hipnosis, si el planteamiento es correcto, serán más fácilmente hipnotizables las personas más obedientes, que se sometan con menor oposición a la ley de la palabra, y con un sistema analógico subyacente más activo, es decir, más sumisas e imaginativas.
Palabra y comportamiento.
La pregunta, ¿por qué un mismo concepto, a través de sinónimos cargados de imágenes opuestas, activa, en situaciones de priming, comportamientos diferentes?, tiene una respuesta evidente: las palabras están funcionando como imágenes, no como herramientas del sistema lógico-verbal. Vincular la relación, durante el aprendizaje temprano, de la función impositiva de la palabra y la conducta del niño, con los experimentos adultos de cebado, es un error. Por dos motivos: por un lado, la palabra en los experimentos de cebado actúa como imagen; por otro lado, lo que existe en el adulto es un control desde la voluntad lógico-verbal sobre la conducta, control que es sorteado por la estrategia propia del priming. Desde la neurociencia cognitiva se ha encontrado que hay verbos de acción que, al actuar en su función invocadora, activan las correspondientes imágenes propioceptivas motoras. Existe una conexión, dentro del propio sistema analógico, entre los sentimientos desencadenados de ayuda, solidaridad, agresión, etc., y las correspondientes representaciones motoras.
La palabra no ha perdido su primitiva función de invocación, su capacidad para convocar la presencia de lo ausente. Dentro del propio sistema analógico existen conexiones directas, automáticas, entre los sentimientos y las imágenes de nuestras propias acciones; entre el deseo de una recompensa y las imágenes de los sentidos propioceptivos. Relación que no tiene necesariamente que pasar por la conciencia, pero que sí puede ser interrumpida por la conciencia: esa es, como hemos visto, una de sus funciones centrales.
La función de la conciencia
Desde la teoría del conocimiento tradicional, en gran parte inaparente, dada por supuesto, el propósito de la conciencia y la finalidad evolutiva de la conciencia (como tantas otras cosas) es desconcertante, sorprendente. Se ha observado experimentalmente que las solicitaciones del entorno pueden orientar el comportamiento durante periodos duraderos, extensos. Pero eso no quiere decir que la conciencia no sea necesaria para el desarrollo de las operaciones propias de la causalidad lineal, lógico-verbal. Sabemos que el tiempo, en su concepción lineal, no existe para el trabajo de la respuesta inconsciente a una duradera solicitación ambiental, de la misma forma que no existe en la estructuración de los sueños. Freud ya observó, con increíble genialidad, la rigurosa atemporalidad de los sueños. Es únicamente la observación y la interpretación consciente la que otorga una estructura de seguimiento y control en línea a una actividad que no la tiene. Lo que sí es cierto es que, tanto el consciente como el inconsciente, pueden guiarnos hacia la consecución de un objetivo o hacia la realización de un deseo, porque ambos son dos sistemas de procesamiento de la información que pertenecen al mismo individuo. Para hacernos una idea, son sistemas con capacidades semejantes a las que nos permiten dar los pasos necesarios hacia el objetivo de la demostración de un complicado teorema, o las que permiten a un predador perseguir, por un complejo entorno cambiante, a su presa. Es muy distinto el desarrollo de un proyecto estructurado en la línea simbólica del tiempo (inexistente en lo real), que la actuación en un territorio real (interpretada como actuación inscrita en una línea temporal a posteriori por el sistema lógico-verbal que todo lo interpreta).
La construcción de la línea del lenguaje y de la línea del tiempo.
John Bargh nos dice que el dominio abstracto del conocimiento permite la coordinación e integración de todos los estados mentales diferentes para que trabajen juntos en formas complejas y sofisticadas, adecuadas para fines igualmente sofisticados (Bargh 2005, 53). Es preciso distinguir nítidamente dos aspectos. Por un lado, podemos decir que precisamente lo que no hace el sistema de procesamiento lógico-verbal es coordinar procesos desarrollados simultáneamente, realizar combinaciones complejas atemporales: es el sistema especializado en la coordinación en forma secuenciada de procesos inscritos en una estructura lineal. La visión del conjunto unitario de toda una sinfonía para poder trabajar sobre ella y perfeccionarla, la intuición del conjunto de un largo camino que pueda llevar a la resolución de una conjetura matemática, son tareas que realiza el sistema analógico subyacente. Por otro lado, podemos decir que toda forma superior de conocimiento capaz de inscribirse en nuestra cultura se puede trasladar a formas notacionales de memoria externa, que permiten su coordinación y su inserción en fecundos y cada vez más sofisticados desarrollos lógico-verbales lineales.
Si partimos de la idea de que todas las tareas “superiores” pertenecen al sistema consciente, es probable que lleguemos a la conclusión de que es así, a pesar de todas las evidencias en contra. Y nos sorprenderá muchísimo encontrar cualquier indicio fuera de ese esquema inaparente. Pero, los hechos señalan con insistencia hacia otro esquema constructivo, hacia dos sistemas en interacción compleja, en el que el concepto de “superioridad” es muy relativo. Habría que pensar, más que en superioridad, en la construcción de una forma específica de control. Por un lado, la atención activa es necesaria para la construcción de la visión simbólica, que permite transducir objetos y situaciones en imágenes que se corresponden con lo nombrado. Pero, por otro, es que, además, empieza a haber pruebas (Ramachandran, 2008) de que las lesiones en las vías de la visión simbólica pueden llegar al extremo de implicar la ceguera consciente, aun cuando el paciente sea capaz de realizar movimientos hacia objetos luminosos que dice no ver.
Otra prueba, tan radical como esta, es la de los experimentos del dolor en la hipnosis. El paciente dice que no oye nada o que no siente ningún dolor, pero si se le pide que levante un dedo o pulse una tecla para expresar que si de alguna manera lo sintió, lo levanta o la pulsa (Hilgard, 1992). Este es un experimento en el que encontramos una estrategia perfecta para evitar que intervenga su expresión lógico-verbal. Ya sabíamos que una de las funciones fundamentales del sistema lógico-verbal consciente era controlar lo sentido, lo que procede de los sentidos y los sentimientos, para poder construir la realidad. Una realidad simbólica que permite la inserción de automatismos que puede realizar perfectamente el sistema analógico como mera copia, sin que sea necesaria la intervención de la atención consciente (en estos casos, lo que es sorprendente es la contundencia con la que se corroboran las previsiones de la teoría de los dos sistemas).
Las actividades complejas realizadas en paralelo.
Podemos combinar en el lugar de trabajo de la conciencia metacognitiva (que no es un lugar unitario, sino con actividades de los dos sistemas) los diversos componentes una vez traducidos al dominio lógico-verbal, para permitirles la integración en una línea temporal y proyectual, para construir una realidad marcada por nuestra forma de conocimiento, y para construir nuestros propios demonios.
Los animales superiores también tienen la capacidad de llevar a cabo varias actividades complejas en paralelo (vigilar y escoger hierba), pero carecen de una línea de pensamiento principal para el control y la ordenación de aquello que procede de lo real y que puede llegarse a inscribir en la línea del pensamiento y del tiempo. Decir que la finalidad evolutiva de la conciencia es la posibilidad de realizar y coordinar procesos complejos inconscientes no es suficientemente claro. Los animales lo hacen, pero no podemos decir que lo hagan inconscientemente porque no tienen consciente. La construcción del sistema consciente, a partir del sistema analógico y gracias a la cualidad diferencial de la plasticidad, implica la instauración de un inconsciente dinámico. El ser humano tiene consciente porque tiene inconsciente (y viceversa).
El consciente lógico-verbal tiene, entre sus principales virtudes, la de ser un sistema económico y eficiente. Y el sistema analógico (no necesariamente inconsciente) la de poder asumir complejas tareas automatizadas en paralelo, la de poder trabajar con los elementos simbólicos, elaborados, con la misma versatilidad que con los elementos naturales. Pero no tiene la capacidad de modificar, de modo inconsciente, las rutinas asumidas.
Los dos grandes sistemas.
John Bargh concluye diciéndonos que hay formas de comportamiento complejo y de procesos mentales superiores que pueden producirse independientemente de la conciencia, y que el estudio de la evolución del cerebro y las pruebas neuropsicológicas sugieren que el cerebro está diseñado para esta independencia (Bargh 2005, 54). Lo cual es extremadamente similar a reconocer las funciones del consciente y del inconsciente, y de los dos grandes sistemas de procesamiento de la información asociados y coordinados en una forma extraordinariamente compleja (sobre todo cuando intentamos analizarla desde el sistema lógico-verbal).
Los resultados de las experiencias llevadas a cabo en todas las líneas de investigación relevantes, en psicología social, neuropsicología, psicología cognitiva, psicología evolutiva, y experimentos sobre la hipnosis, nos llevan a la misma conclusión: antes que decir que el comportamiento pueda ser controlado o causado directamente por el entorno actual, sin que intervenga una decisión consciente y sin que exista conocimiento de los verdaderos motivos de la actuación; sería más adecuado reconocer la existencia de un sistema inconsciente de procesamiento de la información, de un sistema analógico, que mantiene una relación dinámica constante con el consciente lógico-verbal (que es otro modo de decir cosas bastante parecidas).
Simbólico
Hay una dificultad inherente al tema que nos ocupa: la dificultad de poner en palabras la descripción de una forma de procesamiento de la información ajena al lenguaje. Por eso estamos obligados a una conceptualización lo más precisa posible. Por eso hay que aclarar que arrastramos un problema importante con respecto al uso de simbólico. Ha veces, se utiliza simbólico para referirse a una imagen, a una representación alegórica, sugerente o connotativa, que se vincula de forma abierta, no reglada, circunstancial, a un objeto determinado. No podemos referirnos a las relaciones no codificadas y a las relaciones sometidas a un código estricto con la misma palabra. El término simbólico lo usamos en el sentido en que lo define el DRAE, para referirnos a aquello que pertenece al universo de las representaciones que responden a una convención manifiesta, socialmente aceptada. Por tanto, no debemos decir que los sueños son simbólicos.
Uno de los lugares donde podemos observar, y donde más detenidamente se ha observado, la forma de proceder del sistema analógico, en su faceta inconsciente, son los sueños. Freud hizo un trabajo de análisis imprescindible. Pero la utilización del término simbólico relacionado con el inconsciente y con los sueños ha conducido a muchos errores. “En este punto, y para que no cunda el pánico, hay que aclarar que reconocer el carácter no simbólico de los sueños no cambia, en absoluto, los análisis de la psicología dinámica, toda la interpretación de los sueños propuesta por el psicoanálisis” (El arco creativo 2005, 43). En los sueños, la imagen de un objeto evoca, representa, trae a la presencia un contenido determinado, solamente para las circunstancias concretas de ese sueño y para ese soñador determinado. Todo lo cual es rigurosamente opuesto a la definición admitida de simbólico.
“Sabemos que los sueños no son narrativos, incumplen rigurosamente todas las características de lo narrativo. Se convierten en narrativos cuando los contamos. Los sueños no tienen estructura lógico-verbal, no están sometidos ni a la linealidad temporal, ni a la causalidad propia de la lógica y del lenguaje, ni al principio de identidad, ni a ninguna de las normas lógicas (Freud, por ejemplo, habla de la atemporalidad del sueño y de la ausencia del NO lógico). Los sueños no pertenecen al universo simbólico, a la realidad nombrada, no responden a ningún acuerdo previo de significado, de tal modo que, incluso para el mismo soñador, un mismo objeto puede identificarse con contenidos diversos y hasta opuestos. (Habría que buscar un término adecuado que sustituya a simbólico, como metafórico, o hablar de la identificación onírica como concepto opuesto al de la identidad lógica). No tienen códigos, aunque admiten todo tipo de materiales lógico-verbales de retorno, manejados como imágenes, pero nunca su forma de procesamiento de la información”. (El color de la parte obscura 2010, 6).
Estructura de no lenguaje.
El sueño, el inconsciente y el sistema analógico de procesamiento de la información, pueden utilizar cualquier material del lenguaje, menos su estructura. Hemos visto que cuando es necesaria la modificación de una secuencia lógica, realizada de forma automática por el inconsciente, es necesaria la intervención del sistema consciente. Las relaciones entre los dos sistemas son muy complejas. “Pero, en cualquier caso, no podemos olvidar la naturaleza epistemológica de la evolución que instaura el inconsciente. Toda esta distinción es tan importante que podemos definir el inconsciente como el lugar específico que tiene naturaleza de no lenguaje.” (El arco creativo 2005, 58).
Freud ya dejó todo el trabajo prácticamente hecho. “El inconsciente, que podemos definir como el lugar del pensamiento que tiene estructura de no lenguaje, ya fue analizado con una clarividencia deslumbrante por Freud, que describió cómo incumple todas y cada una de las características que podemos atribuir a la estructura del lenguaje: no es lineal, ni conectivo, no admite la estructura del NO lógico ni del tertio excluso, es atemporal, no mantiene ningún tipo de identidad precisa, no tolera tan siquiera la relación estable de significante y significado, no consiente ninguna distancia entre el sujeto y el territorio onírico, no permite la existencia del sujeto enunciador, ni admite la estructura del sujeto intercambiable. El inconsciente incumple puntual y rigurosamente todos los factores que dan forma a la estructura del lenguaje. En los casos en los que las palabras aparecen en los sueños, son utilizadas como objetos poéticos, relacionales, metafóricos. Podemos soñar con cualquier material lógico o lingüístico con el que nos hayamos relacionado, pero al hacerlo lo utilizaremos al margen de las estructuras estrictas del universo lógico-verbal.” (El color de la parte obscura 2010, 77-78).
Falsación, previsibilidad.
Hay numerosos hallazgos y numerosas teorías que, desde una visión concreta, apuntan en la misma dirección, en la dirección de la existencia de dos sistemas de procesamiento de la información: el psicoanálisis y la dualidad consciente e inconsciente, el enfrentamiento entre sistemas operativos superados y sistemas de operaciones formales en la epistemología genética, la especialización de los dos hemisferios cerebrales y sus modos de procesamiento de la información, las vías perceptivas dorsal y ventral, las teorías de la disociación en la hipnosis, la voluntad disociada en el marco del nuevo inconsciente, o la existencia de los dos sistemas reflexivo e impulsivo en la conducta social. La pregunta pertinente sería: si todos ellos señalan en la misma dirección, hacia el lugar común de la teoría de los dos sistemas cognitivos, ¿por qué parece tan difícil aceptarla?
Para la teoría general del conocimiento vigente (en gran parte inaparente) los nuevos hallazgos suelen aparecer como sorpresas inexplicables o, dicho de otra manera, como falsaciones de esa teoría. Como ya apuntara Oliver Sacks hace años, el número de falsaciones crece de forma alarmante. A la vez, desde el punto de vista de la teoría de los dos sistemas de procesamiento de la información, los nuevos hallazgos no aparecen como sorpresas inexplicables, sino como consecuencias totalmente naturales, incluso previsibles, a partir de los datos que tenemos. Para centrarnos en un ejemplo concreto: todos los hallazgos experimentales obtenidos por la investigación en torno al concepto de nuevo inconsciente aparecen, desde el marco inaparente admitido, como sorpresas incongruentes. Mientras que, desde la teoría de los dos sistemas, todos los datos se presentan como coherentes, cuando no manifiestamente previsibles. ¿Por qué se produce esta resistencia, esta dificultad de aceptación? Hay dos conceptos fundamentales, dos herramientas que sirven para explicar esta resistencia: la represión epistemológica individual y la represión epistemológica cultural.
Antes, detrás o debajo.
Todos los datos que tenemos, abrumadoramente, demuestran que sobre la base del sistema analógico, que da lugar al inconsciente, se construye el sistema consciente lógico-verbal. Freud explicaba cómo el pensamiento en imágenes, preconsciente, se haya más cerca de los procesos inconscientes que el pensamiento verbal y que es, “sin duda, más antiguo que este, tanto ontogénica como filogenéticamente” (Freud 2706, 1974). El uso de preconsciente es perfecto, como lugar que puede ser accesible para el consciente o que puede dar lugar a la consciencia. Piaget ha descrito pormenorizadamente los procesos en los que, sobre la base sensoriomotora, sensorial y sentimental, se van construyendo las operaciones concretas y las operaciones formales. John Bargh nos explica, como recordábamos al principio, que el inconsciente fue lo que surgió primero en el tiempo evolutivo y que la conciencia se desarrolló mucho más tarde. Pero, puntualiza que ese sistema inconsciente no se esfumó para ser simplemente sustituido por el sistema consciente, “porque la evolución por selección natural no funciona así, sino mediante cambios pequeñísimos que aprovechan, siempre que sea posible, los sistemas que ya están ahí. Una de las cosas que estamos descubriendo es que, incluso en la persecución de objetivos conscientes, las motivaciones, las cosas que uno quiere, las evaluaciones, las preferencias, lo que a uno le gusta o no (…) todas estas cosas se fundamentan y basan en la información del sistema inconsciente.” (Bargh, 2009). Todos los datos indican que antes de los procesos lógico-verbales conscientes, en todos los sentidos, evolutiva, constructiva y cotidianamente, aparece la actividad del sistema analógico de procesamiento de la información, que dará lugar al inconsciente.
El problema al que nos enfrentamos no es otro que el derivado de la represión epistemológica y de la actividad de control ejercida desde el sistema dominante, que nos impide reconocer la pertinencia de las instancias inconscientes. “De forma previa, anterior, ontogenética, filogenética, y cotidianamente, oculto, antes y detrás del sistema verbal consciente, está el sistema analógico, consciente o inconsciente, dándole forma, moviéndolo. En el plano cotidiano, antes de que una idea se formalice verbalmente, existe una actividad analógica. ¿Y antes? Antes no hay nada. Pregunta mal formulada, fuera de todo sentido: antes, detrás o debajo, de las identificaciones imaginaras, atemporales, no pueden sobrevivir los conceptos de antes, detrás o debajo. En la identificación no hay dualidad, no hay sujeto y objeto: al homúnculo lo hemos abandonado en el paso, en la puerta que comunica lo imaginario y lo simbólico, porque no tiene el salvoconducto para atravesar la contradicción epistemológica, ya que pertenece al dominio de los sujetos enunciadores.” (“El arco creativo” 322, 2005).
Debemos conocer los orígenes, los límites y las debilidades de nuestro sistema dominante de procesamiento de la información. Lo cual no quiere decir que no sea preciso y eficaz. Por el contrario, tan preciso y eficaz como para poder, incluso, analizar con rigor sus propios límites.

Bargh, John A. “Bypassing the Will”. 2005.
Bargh, Punset. “El experto y sabio inconsciente”. 2009.
FREUD, Sigmund. “Obras completas”. Biblioteca Nueva, Madrid. 1972-1974.
Hilgard, E. “Dissociation and theories of hypnosis” en “Contemporary hypnosis research”. 1992.
Ramachandran, V.S. “Los laberintos del cerebro”. La liebre de marzo. Barcelona. 2008.
Rodríguez, Gabriel. “Una teoría de la actividad creativa”, 1996; “El arco creativo”, 2005; “El color de la parte obscura”, 2010.